Vuelos y voladas

por Unknown

Comentaba en otra parte que ya estoy de vuelta en Mordor, la tierra de las tinieblas. Ni siquiera se vio el suelo cuando el avión aterrizó en Filadelfia. Aterrizar es un decir, fue un chancacazo con resbalones, como si el mismo piloto se hubiera encontrado de repente con la pista que subía demasiado rápido. ¿Cuántos aviones ha tomado usted, mijo? me preguntó mi papá la otra noche, y no supe qué contestarle, porque han sido demasiados vuelos. Ayer fue primera vez que salí de mi casa manejando, porque el auto arrendado lo tenía que devolver en el aeropuerto mismo. Salí de mi casa manejando, con las maletas semivacías en el asiento de atrás. El problema con los caminos nuevos es que llegué demasiado luego a Pudahuel. Le sigo diciendo Pudahuel, hasta que le cambien el nombre a Pablo Neruda International Airport, oh yes. En el aeropuerto, me senté a tomar un jugo de chirimoya. En la mesa del lado, una familia nuclear perfecta, la parejita con su parejita, estuvieron hablando una hora de reloj sobre autos. Si el Jeep, si el "Jámer", si el VW, si el BMW, si el Passat, si la Pathfinder. Los cuatro, arrobados, buscándole todos los ángulos al tema automotriz y sus mercados. Traté de salpicarlos disimuladamente con jugo pero no me resultó la treta. Para desquitarme, saqué un poco de tarea y me puse a leer los escritos del Mahatma Gandhi para un seminario al que tuve que ir apenas me bajé del avión en Filadelfia. Vuelo chorrocientos ochenta y ocho mil trescientos catorce.

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