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16 de diciembre de 2009

Mascando lauchas ::

por Ricardo Castillo Sandoval

¿Dónde quedaron esos queridos perros que me pedían comida hace menos de un año?

¿Dónde quedaron? Aquellos que decían poco poder vivir sin lo que cayera de mi boca, los que a ojos vista no podían mear antes que yo les dijese dónde, cuándo y cuánto mear.

querido_perro¿Dónde quedaron aquellos a los que enseñé a ladrar? Aquellos a los que con arreglo al tal ladrido conminé a dejar de mascar lauchas.

¿Dónde quedaron aquellos a los que mostré otros peinados? Aquellos a los llevé a sacudir el yugo de aquel pelo tieso eterno, efecto de los restos de la comida que se dejaban arrojar, pagando con la cola la exacción del miedo.

Bueno, yo sé donde quedaron. Me desperté de la siesta sabiéndolo. Un sueño amarillo me puso entre las orejas una cuña burdeos. La buena nueva se hizo palabra y en la forma de soplo de cabro chico fue que me cayó la teja: ¡A ellos se referían los canutos con eso de „alma que escuchas“!

Esta cancha de tierra quedó pelada y al caer la tarde, cuando el sol alargaba ya en el suelo las sombras mínimas que las piedrecillas de este peladero proyectan, me tocó hallar dentro de en una pelota de plástico, escrita a cortaplumas la revelación del paradero de esos queridos quiltros.

Supe que, silenciosos, aprendieron detrás de mí a caminar sobre el agua, y como los zancudos sutiles las ciénagas verdosas que nos rodean por completo, cruzaron a la mala, sin salpicarse ni los soquetes.

Me cuentan de la existencia de un video, en donde aparecerían bailando al otro lado, es decir bailando en tierra firme, mostrando el marruecos abierto como yo lo hacía, y cantando diversas versiones de aquellas entrañables canciones, de contenido genital, que yo había compuesto para alegrarles.

Porque ellos antes no cantaban; daban alaridos irónicos, patadas sangrientas, gruñidos: El bagaje irrisorio de las pesadillas caninas con sus gestos automáticos.

Me he visto en la obligación de tomar conocimiento: En plena posesión de técnicas avanzadas, ahora grito y plata más allá de esta isla de barro, someten mi persona y mis actitudes a crueles infidelidades; mi quehacer es corregido y aumentado con notas que si bien son picarescas y hasta ingeniosas, nunca podré reconocer como verídicas.

No deja de justificarse esta mala jugada. Hoy en la mañana mientras me limpiaba los mocos con el dorso de la mano y me miraba el barro negro secar en las patas, recordé que también yo fui uno de aquellos que si bien sin mala intención, van siempre tirando alambres al tendido eléctrico, o pateando las bases de algunos postes, logrando en cualquier caso, dejar a oscuras la esencia de una personalidad peligrosa, alegre pero con luces de colores impredecibles, bien inspirada pero algo histriónica.

Con hábiles maniobras supe accionar mecanismos, algunos conocidos por oficio, otros por intuición, procurándome el calor de los desprevenidos. Clandestinamente me comía el manjar a cucharadas; tomaba; y cantaba, no obstante, detrás de mi canción de amor de perro y de camarada, había un lobo azul de ojos achinados, en invierno permanente, circundando las fogatas.

querido_perro1

Porque veamos, ¿Quién supo que cuando desmalezaron, es decir, cuando cortaron toda la zarzamora que había aquí atrás, yo tuve que salir corriendo a buscar nuevas espinas, para poder seguir ensotado espiando detrás de ellas?

Pero eso es cuento. Considérense instruidos en mi alma de chupete helado. Y ahora insisto en mi pregunta central, lo que me importa es saber, con seguridad ¿Dónde quedaron esos que fueron queridos perros, aquellos que hace, obviamente ya muchos años, me pedían comida?

Les enseñé a cantar, y lo que ahora escucho en grabaciones clandestinas, es algo que suena parecido al murmullo de mis violines desvirtuados, algo así como un fragor de mis chuchadas mal echadas.

Pero para qué insisto en este tópico tantas veces bigoteado. Las notas discordantes de mi ingenio pueril, que los grillos dejan pasar en especial en estas noches, me van cantando el cuento; me dicen que si les enseñé a cantar cantos puntudos, ahora los van cantando con voces romas, y que si les enseñé ladrar, ahora están nuevamente mascando lauchas.


|+|-|

comentarios:[1]

Anonymous Memorias Preñadas de Futuro escribió... /

no se bien porqué, Roberto...aunque palpito que es por evocar,añorar esos tantos perros kiltros que tuve en El Arrayán hasta el día maldito del golpe, cuando la fuga clandestina y la dispersión arrojó a mis ocho perros,mis ocho hijos,mis dos maridos, a mi amante y al jardinero al Bing Bang, que estas palabras tuyas me hicieron ladrar tan triste..
El Tevito,el Piro-Piro, la Ursula y la Amaranta, la chica Josefa y el Pelé, cuyos nombres, valientes soldados, eran un poema setentero...
Puchas,digo,que pena me dio.

Adriana Goñi
siempre exiliada
desde el jardín.

8:30 p. m.

 

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